El vestuario también guarda silencios

Detrás de la música y los gritos del vestuario, también hay jugadores que sufren en silencio. Esta historia habla de lo que no se dice, y de lo importante que es empezar a hacerlo.

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El vestuario también guarda silencio

Desde fuera, un vestuario parece ruido:
gritos, bromas, música, instrucciones, zapatillas golpeando el suelo.

Pero por dentro, a veces hay un silencio más fuerte.
Uno que no se escucha… pero que pesa.

Ese que se esconde detrás de una sonrisa falsa,
de unos cascos puestos para no hablar,
de un "todo bien" que en realidad quiere decir "me estoy rompiendo".

Cada jugador llega con su mochila

Algunos con miedo a fallar.
Otros cargando la mirada de un padre que exige más.
Otros que se sienten desplazados.
Algunos dudando si todavía disfrutan de esto.

Y cada uno lo gestiona como puede.

Hay quien lo tapa con risas.
Hay quien lo convierte en rabia.
Y hay quien simplemente se calla.

Porque sí, el fútbol se entrena…

Pero también se sufre.

Y eso no siempre se entrena.
No siempre se habla.
No siempre se ve.

El silencio no siempre es paz

A veces hay uno que baja la cabeza más de lo normal.
Uno que no celebra ni cuando gana.
Uno que mira al móvil para no mirar a nadie.
Uno que juega bien, pero no está bien.

Y nadie lo pregunta.
Porque ahí dentro también hay miedo a mostrar lo que se siente.
Porque todavía creemos que hablar es debilidad.

¿Y si empezamos a cambiar eso?

¿Y si un compañero pregunta de verdad cómo estás?
¿Y si un padre dice “estoy contigo”, sin más?
¿Y si empezamos a entender que el fútbol no solo se juega… también se siente?

El vestuario puede ser un lugar seguro.
Pero solo si también aprendemos a escuchar lo que no se dice.

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